Cuando pequeña aprendí a tratar tripas. Para secarlas, se soplan después de lavarse y se cuelgan al sol. Esto permite preservarlas hasta el momento de usarlas. Es necesario soplarlas para separar cualquier ligadura interior y que sean fáciles de rellenar. Una vez secas, toman un tono amarillo translucido. El resultado es atractivo y delicado. Esta instalación consta de varias piezas de tripas de cerdo infladas suspendidas del techo. Son piezas finas que, al estar suspendidas a diferentes alturas, crean una especie de nube. Y por su ligereza, tienen movimiento y parecen flotar por encima del observador.

Me interesa invitar al público a apreciar un material que posiblemente no consideraba estéticamente apacible y a reconectarse con lo orgánico. Es una instalación cargada de afecto hacia las tradiciones materiales que percibí desde niña en mi entorno, formas que flotaban por encima mío como acogedoras nubes en el cielo azul de mi hogar.